Pongamos-un-título-a-este-día
Lo Que Soy

Pongamos un título a este día

Este no es el primer blog que comienzo. Cuando inicié mi andadura como autónoma en el mundo del marketing, años ha, también hice mi primera incursión en el mundo del blogging. Tuve varios blogs y con cada uno de ellos me atreví a dar un paso más en cuanto a hacer lo que yo quería, en vez de lo que se suponía que tenía que hacer en un blog de empresa. Recuerdo que los primero artículos que publiqué eran muy académicos y correctos. Eran los artículos que publicaría cualquier agencia de marketing y publicidad, poco memorables. Luego me aventuré a hacer algo más personal y comencé a publicar artículos sobre temas que de verdad me interesaban, como resolución de problemas, toma de decisiones o modelos mentales. Escribiendo esos artículos disfrutaba mucho, aprendía aún más, y me encantaba ver el resultado final publicado, con todos esos gráficos que yo misma diseñaba. Invertí tiempo, creatividad y corazón en ese blog. Esa inversión de esfuerzo dio sus frutos y aquel blog pronto tuvo una cantidad decente de visitas. Pero algo me faltaba, y también lo abandoné. Ahora veo claro qué es lo que no me cuadraba y que me impedía de disfrutar de esos proyectos.

Como consultora de marketing (aún realizo proyectos de marketing como freelance, porque de algo hay que comer) me sumergí completamente en el mundo del emprendimiento y la productividad personal. Ahora puedo decir con rotundidad algo que me picaba en la garganta y que tenía muchas ganas de decir alto y claro: ODIO ESE MUNDO. Podría hacer una serie de cien artículos contando todos los motivos por los que me parece un mundo detestable —y puede que los escriba—, pero no hoy, no en este texto.

Solo os daré una pincelada de la palabra más odiosa de cuantos términos horrendos plagan la jerga del mundo emprendedor: optimización. En el mundo del emprendedor todo se ha de optimizar. Una no puede iniciar un blog en el que escribir sobre los temas que le interesan por el placer de hacerlo. Eso sería un despilfarro inasumible de recursos, y quién está para desperdiciar su vida, ¿eh? Un buen emprendedor, uno de verdad, tiene que realizar solo las tareas que sean más productivas. a.k.a. óptimas, para monetizar (otro bonito palabro) su trabajo. De esta forma, tan efectiva, tan sutil, tan sibilina, logramos desvincular el trabajo del placer, del proyecto personal que nos lleve a alcanzar nuevas cuotas de aprendizaje o realización personal, y todo, absolutamente todo lo que hacemos, está al servicio del todopoderoso capital. Porque ya sabéis: nada tiene valor si el mercado no lo valida dándonos dinero a cambio. Esta pérfida máxima capitalista, nos lleva a despreciar casi todo lo que de verdad importa y nos empuja a un ciclo que no tiene fin, en el que todo es susceptible de mejora, y en el que, si nos esforzamos lo suficiente, aún podemos llenar un poquito más la agenda con un poquito más de trabajo para lograr un poquito más de optimización. La optimización se ha convertido en la ideología dominante.

A mí, esta vorágine de trabajo y bloques de tiempo en los que cada minuto del día tiene que estar perfectamente organizado, me da entre pereza y profunda pena.

Me gusta madrugar para hacer yoga y meditar. Me gusta madrugar para tomarme un té caliente cuando todo está aún en silencio. Me gusta madrugar para poder escribir un rato sin que mi hija se me siente encima. Pero también me gusta irme a la cama improductivamente temprano, y pasar horas leyendo improductivamente en el sofá, y ver improductivas películas de autor, y escribir improductivos artículos. Y en esas cosas, en todas esas cosas absolutamente carentes de optimización, es donde encuentro la sal de la vida.

Por eso disfruto tanto este blog. Por eso sé que este no lo voy a abandonar nunca. Aunque nunca logre ser lo suficientemente productiva como para tener mi blog optimizado y lograr monetizarlo. Porque este blog existe solo para darme placer y darle rienda suelta a mi creatividad.

Pongamos un título al día de hoy. Un título que no signifique nada pero que contenga todos los significados. Un título que nos lleve lejos del mundo de los emprendedores optimizados y nos acerque al mundo de los soñadores improductivos.