Arabella, escritora que tiene que realizar trabajos precarios para poder sobrevivir, se ve forzada a aceptar un trabajo para una empresa de productos veganos a la que llega de la mano de una de sus compañeras del grupo de apoyo a mujeres víctimas de agresión sexual. En principio, su trabajo iba a consistir en hacer llamadas, tal y como le había comentado su compañera, pero nada más entrar, el CEO, que en ese momento se encuentra leyendo un informe con estadísticas sobre el bajo consumo de productos veganos por parte de la población negra y de color, se acerca a ella para ofrecerle que, en vez de dedicarse a las tareas para las que ha sido contratada, se encargue mejor de ser la cara visible en sus vídeos de YouTube e Instagram. Arabella es negra, of course. Si no habéis visto ya I May Destroy You, estáis tardando.
Arabella se da a su nuevo trabajo con entusiasmo. Le hace gracia grabar vídeos que promocionan un estilo de vida vegano, saludable y eco-friendly. Sus amigos, en cambio, no se muestran tan entusiasmados. En una fiesta en la que celebran el cumpleaños de Terry, su mejor amiga, los invitados comienzan a hacer bromas sobre su nuevo papel como influencer vegana. ¿No te habrás hecho vegana?, bromean. No, no, solo ruedo los vídeos. Pronto surgen las voces que se quejan del acoso que los negros sufren por parte de los blancos para que se sumen a su lucha ecologista. El otro día, dice uno, vino a mi casa un tío a decirme que debería pasarme al coche eléctrico. A mí, que llevo toda la vida trabajando duro, como me dijeron, y que me acabo de comprar un Mercedes, ¿y ahora vienen a decirme que no debo tener un Mercedes? Odio a la gente blanca, dice otra.
Me encanta cuando el arte me da una bofetada de realidad. Yo que soy vegetariana como opción política, entiendo en ese mismo momento que el compromiso medioambiental también es una cuestión de privilegio. Con qué cara les decimos a todos esos que nunca han sido privilegiados que ahora no pueden acceder a los bienes de consumo a los que llevamos años enseñándoles a aspirar. No solo es que no puedan, sino que no deben, que es inmoral, que ahora lo que se lleva es el consumo responsable, el veganismo y el compromiso con el planeta.
Nuestra industria occidental se ha pasado décadas prosperando y haciéndonos ricos sin ningún miramiento por los ecosistemas que destruía, y ahora nos sentimos con la autoridad moral necesaria para pedirles a los países emergentes que no contaminen, que tengan el respeto por el entorno que nosotros nunca tuvimos.
Nos hemos criado entre consignas neoliberales que nos han llevado a creernos con el derecho a satisfacer todos y cada uno de nuestros deseos. Hemos empujado al resto del mundo a hacer lo mismo, a unirse a la fiesta del consumo, a hacer crecer el mercado por el bien de todos. Pero ahora los recursos están en peligro, nuestras vidas están en peligro y tenemos que encontrar el modo de echar el freno de mano. No nos ha de extrañar que haya muchos que no tengan ganas de hacer el mínimo esfuerzo por subirse a ese carro.
Desde la anterior crisis económica y ahora agravado por la pandemia vivimos en economía de supervivencia. Con los recursos económicos justos, el precio se convierte en el factor fundamental a la hora de determinar una compra. Pero elegir precios irrisorios solo hace que fomentar la precariedad en las condiciones de los trabajadores que producen, venden y distribuyen esos bienes, cuyos salarios también han de ser irrisorios para que salgan las cuentas del CEO de turno. Comprar barato genera precariedad y la precariedad nos obliga a comprar barato. Es un maldito círculo vicioso del que es difícil ver por dónde podemos escapar.
I May Destroy You es una de esas narrativas modernas que nos invitan a mirar al mundo desde los ojos de los que nunca han tenido voz, de los despojados. Arabella termina devorando pollo frito en uno de sus directos para Instagram en las oficinas de la empresa. Necesitamos cambiar la perspectiva con la que estamos acostumbrados a dirigir nuestra mirada en un último y desesperado intento—aunque sea utopía— por encontrar el modo de inventar las soluciones que nos deben llevar en este siglo a salvarnos el pellejo todos. Entre todos.